Cómo medir la calidad de un vino y mejorarla.

Aprender a distinguir un buen vino es una tarea que, muchos amantes de esta bebida, se ponen como reto, como una forma más de poder disfrutar de su consumo, pero sabiendo apreciar todos los matices que esta bebida puede proporcionar.

Saber medir la calidad, también es una forma de conseguir que, cuando se visita un local para cenar o una vinoteca para probar un vino nuevo, no se acabe pagando demasiado por algo que realmente no lo vale.

Aunque aprender a medir la calidad de un vino es toda una ciencia que requiere de mucho tiempo, hemos intentado reunir en un único post algunos pasos básicos para iniciarse en este conocimiento tan apasionante.

Cómo mejorar la calidad de un vino. El primer paso, la observación

Aunque a priori el aspecto de un vino no tiene por qué ser determinante de su calidad, lo cierto es que nos suele proporcionar algunas pistas. Por ejemplo, hay que ver si existen residuos sólidos en la botella. Esto puede ser sinónimo de que el vino no tiene la calidad que se busca en un buen caldo.

El color del vino también es importante. Un vino transparente y de color brillante hace pensar en un vino ligero y con cuerpo mientras que, si vemos que es opaco y con restos, estaremos anticipando un sabor envejecido que no es precisamente el más agradable.

La vista es lo primero con lo que vamos a interactuar con el vino y por eso es tan importante que su aspecto sea lo más agradable posible.

El segundo paso, el olfato

Para ver cómo medir la calidad de un vino, hay que tener en cuenta que todo vino tiene una pequeña cantidad de ácido acético, pero cuando esta es demasiado alta se dice que el vino está avinagrado. Esto puede ocurrir cuando el proceso de envasado o la conservación no se han realizado de la forma correcta.

Cuando un vino está avinagrado es muy fácil percibirlo por el olfato. El olor penetrante y ácido estará delatando un vino en mal estado que se tendrá que devolver del inmediato porque no es apto para el consumo.

Pero, sin llegar a esos extremos, al oler el vino una nariz experta va a poder percibir una gran variedad de matices que anticipen cuál será el sabor del mismo.

Los aromas químicos estarán delatando un vino de mala calidad, mientras que los matices naturales de frutas o de madera hablarán de vinos de determinados tipos de uvas y con unos procesos de envejecimiento adecuados.

El tercer paso, el gusto

Tras haber observado y olfateado el vino llega el momento más importante, saborear el primer trago. Pero antes de ello, debemos tener en cuenta que hay ciertos vinos que necesitan airearse unos minutos antes de ser paladeados, así será como nos proporcionen sus mejores matices.

Lo primero que tenemos que exigir a un vino en la boca es que sea equilibrado. El tanino, el alcohol, la acidez y el dulzor deben mezclarse consiguiendo un resultado agradable en el que nada destaque en exceso y todo aporte mejoras.

Aunque parezca una redundancia, el vino debe de tener sabor, no puede ser plano. Al tenerlo en la boca se deben ir liberando matices y poco a poco se deben ir descubriendo nuevas notas que hacen que cada sorbo sea un placer y un pequeño descubrimiento.

Una vez que el vino se desliza por la garganta, debe dejar un regusto agradable. Las sensaciones del vino deben perdurar en la boca sin perder intensidad. A esto, los expertos lo denominan la longitud del vino.

Por último, el vino debe de tener personalidad y diferenciarse. Si es un vino que cuando se bebe se reconoce al momento, es un vino que tiene personalidad, si por el contrario puede confundirse con muchos otros, carecerá de ella.

El cuarto paso, la valoración personal

Normalmente damos por hecho que un vino es bueno cuando los expertos catadores así lo califican. Pero lo cierto es que nuestra valoración personal debe de ser la más importante a la hora de elegir un caldo.

¿De qué sirve que los expertos le pongan cinco estrellas a un vino si cuando se toma no transmite nada a la persona que lo saborea? Tal vez otro vino con menos fama y con menos puntuación sí que sea capaz de despertar los sentidos de una persona concreta, con unos gustos personales y que no tienen por qué coincidir con los de los expertos.

Por eso, al final, la calidad del vino tiene que venir determinada por la valoración personal. Escoger un vino por lo que otros digan puede estar bien para impresionar a unos invitados con una etiqueta de prestigio y un caldo que, seguramente, aprecien la mayoría. Pero, cuando se trata de disfrutar del vino en la intimidad, cada uno debe de escoger el que realmente el guste y le aporte el placer inmenso de saborear esta maravilla que nuestra tierra nos ofrece. ¿Qué opinas?

 

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Muchas gracias a todos.

Hasta pronto!!

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